¿De qué va la terapia?

¿De qué va la terapia?, ¿Qué hace un terapeuta?.  Estas son preguntas que muchas personas me preguntan en nuestra primera entrevista. De hecho, es normal que en una primera sesión surjan múltiples preguntas respecto al mundo de la terapia, y más cuando no existe una experiencia previa al respecto.
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En este artículo comentaré algunas cuestiones que con frecuencia aparecen en estos primeros momentos de contacto, para de esta forma disipar dudas y aclarar conceptos. En una entrada anterior ya hablé sobre el papel del terapeuta, respondiendo también a algunas preguntas sobre la terapia;  podéis leer el artículo clicando en el siguiente enlace:


La hora de terapia es propiedad del cliente. Esto significa que el terapeuta no va a preparar la sesión como si fuese una clase, ni tampoco va a anticipar temas a tratar con el cliente. El terapeuta trabaja con el estado en el que llega el consultante a la sesión; con lo que surge en el aquí y ahora. Asimismo el cliente es el que tiene la libertad, a la vez que la responsabilidad, de abrir aquellos temas que considere oportuno en la hora de sesión, pues como ya hemos comentado, la hora es de su propiedad. Esto no significa que en alguna ocasión el terapeuta no pueda proponer un tema, sobre todo cuando éste percibe que es un asunto que el cliente está evitando desde hace un tiempo, o bien sea un tema que intuye está afectando el estado actual de la persona. De esta propiedad, también deriva el hecho de que la sesión es confidencial, por tanto “aquello que aparece en la sesión se queda en la sesión”.

El posicionamiento en la terapia. Tanto cliente como terapeuta se posicionan ambos en un mismo nivel, por tanto la relación terapéutica no es una relación de jerarquía, sino más bien de complementariedad. El terapeuta trabaja desde la humildad de que no sabe ni conoce todo, y es desde aquí donde mejor puede ayudar al cliente a encontrar sus verdades, a la vez que también aprende sobre sí mismo. Un buen terapeuta nunca trabaja desde la vanidad o la arrogancia de saber más que su cliente. Personalmente me gusta llamar a la persona como cliente o consultante, en vez de paciente. En primer lugar, porque la mayoría de personas que acuden a terapia no están diagnosticadas de ninguna enfermedad o trastorno mental. En segundo lugar porque el término de paciente me resulta incómodo, pues posiciona al terapeuta en una posición superior, de responsabilidad de tener que curar al cliente, cuando realmente la cura, si es que realmente puede denominarse así, surge del encuentro entre ambos, terapeuta y cliente.

La terapia es el encuentro entre dos seres humanos. Es verdad que existen multitud de técnicas y ejercicios para trabajar en la sesión de terapia, así como también es cierto que el terapeuta debe ser un profesional que disponga de unos conocimientos teóricos, a la vez que prácticos, sobre la materia. Sin embargo todo este conocimiento no debería prevalecer sobre el fundamento de la terapia, que para mí es el contacto entre dos seres humanos. El psiquiatra Carl Jung describía muy bien este punto con la siguiente cita:

“Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana”. Carl Jung.

No se trata de hacer nada. Muchos clientes me preguntan si deben adoptar alguna posición determinada, o hablar de ciertos temas en la sesión de terapia. Mi respuesta es que la terapia va fluyendo según vayan pasando las sesiones, sin tener que forzar nada. Los asuntos a tratar son aquellos que la persona se sienta en conflicto, los cuales van a ir apareciendo para ser resueltos. Como he comentado anteriormente el terapeuta trabaja desde cómo llega el cliente a la sesión de terapia, sin tener que imponerle ni obligarle a tratar ningún tema en cuestión.

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La terapia como laboratorio. Me gusta equiparar la hora de terapia a un lugar de experimentación, como un laboratorio donde la persona pueda probar, en un ambiente seguro y de confianza, aquellas conductas y formas de funcionar que aún no ha implementado en su vida diaria. Se trata que la persona amplíe la visión sobre sí mismo en todos sus centros; el centro mental, el emocional y el instintivo, para así acceder a nuevos puntos de vista que le ayuden a superar obstáculos y limitaciones en su vida diaria.

El terapeuta no es un depósito de quejas o penurias. Tanto terapeuta como cliente establecen un vínculo en que las dos partes van a tomar parte activa en el proceso terapéutico. No se trata de ir a la sesión para desahogarse, mientras el terapeuta adopta un papel de simple oyente, asintiendo a todo aquello que le explica el cliente. El papel del terapeuta es el de ayudar a la persona a ampliar su toma de conciencia sobre todo aquello que vive fuera de la hora de terapia, y que en la mayoría de ocasiones le provoca sufrimiento o malestar. Para conseguir esta ampliación de la conciencia, el papel del terapeuta no puede ser únicamente el de receptor, sino que también debe formar parte activa en la comunicación con el cliente; esto significa escuchar su mensaje, pero también escucharse a sí mismo, para de esta forma ir reflejando, como si fuera un espejo, la imagen que el cliente está proyectando en el terapeuta. 

El feed-back que el cliente recibe del terapeuta es muy importante para que éste pueda ver más allá de su propio punto de vista, facilitándole una ampliación en su toma de conciencia, y en consecuencia un mayor nivel de conocimiento sobre su persona. Asimismo las preguntas del terapeuta pueden ayudar a que el cliente acceda a nuevos conocimientos sobre su persona, permitiéndole llegar a conclusiones y acciones que no hubiese podido llegar por sí mismo.

El terapeuta no es un mago ni un amigo. El terapeuta es un ser humano, como cualquier otro, por este motivo no tiene las respuestas para todo, ni posee ninguna varita mágica para solucionar los problemas. La función del terapeuta es la de guiar a la persona para que encuentre su propio camino. Guiar no significa dar consejos, como lo podría hacer un amigo, guiar es el arte a partir del cual el terapeuta acompaña y apoya a la persona en el proceso de descubrimiento de sí mismo. Un terapeuta no dice aquello que uno debe o no debe hacer con su vida o con su persona.

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La terapia no es una medicina. Relacionado con el punto anterior, el terapeuta no dispone de un discurso milagroso que funcione como una medicina para el cliente. Como todo en la vida, si el consultante quiere sacar algo de la terapia, deberá dedicarle un tiempo y un esfuerzo. Por este motivo los resultados en terapia dependen en gran medida del compromiso y la constancia del cliente. Puedo constatar que cuando la persona se compromete con el proceso los resultados van apareciendo progresivamente.

El terapeuta no es un juez. El terapeuta se posiciona en una posición de apertura y empatía con el cliente, por este motivo no realiza juicios sobre si aquello que el cliente hace o piensa está bien o mal; como hemos dicho anteriormente su trabajo consiste en acompañar al consultante a descubrir su propio camino.

El terapeuta no es un vendedor. El terapeuta no está para convencer, ni mucho menos para manipular al cliente hacía una determinada línea de acción o pensamiento. El terapeuta actúa como un catalizador, ayudando a la persona en su proceso y apoyándole para que encuentre su camino, siempre en coherencia con sus valores y creencias.

Si quereis saber más sobre la terapia aquí os dejo un par de artículos sobre el tema.

Terapia Gestalt y Darse Cuenta

Fundamentos de la Terapia Gestalt


Leslie Beebe
Terapia Gestalt y LifeCoaching Barcelona
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